martes, 31 de diciembre de 2019

CINE BÉLICO desde 1915 a 2005


Desde el comienzo de la historia del cine, las guerras y sus consecuencias interesaron tanto que terminó por crearse un género especifico para ellas: el bélico. Los cineastas se han aproximado a él desde ópticas muy diferentes, Hay quien ha aprovechado los conflictos para exaltar el heroísmo de hombres y naciones en clásicos productos de propaganda. Otros, han analizado algunas contiendas con el deseo de que no vuelvan a repetirse. Y hasta existen numerosos casos de películas ambientadas en la guerra que encierran un claro mensaje antibelicista.


En la época del cine mudo abundaron las cintas que reconstruían conflictos bélicos. Posiblemente, el que mayor popularidad alcanzó fue El nacimiento de una nación (1915), donde el espectador  asistía a alguna de las batallas de la guerra de Secesión norteamericana. En plena primera guerra mundial, Charles Chaplin no tuvo reparos a la hora de utilizar el conflicto bélico como vehículo de un argumento cómico en Armas al hombro (1918). Abel Gance prefirió tomarse muy en serio el tema y denunciar la inutilidad de la guerra en su conocida cinta Yo acuso (1919). Pero fue una superproducción de Hollywood, El gran desfile (1925), dirigida por King Vidor, la que alcanzó el mayor éxito. Otro hito importante del cine bélico lo marcó Lewis Milestone, en 1930, con la producción antibelicista Sin novedad en el frente

No obstante, a parte del público le agradaba esa visión idealizada y romántica de la guerra que daban algunas películas. Por ejemplo, Gary Cooper y Helen Hayes protagonizaron para Frank Borzage, Adiós a las armas (1932), primera versión filmada de la obra de Ernest Hemingway, que narraba una dramática historia de amor entre una oficial y una enfermera durante la primera guerra mundial. El tono romántico se mantuvo en el cine bélico con producciones típicas de Hollywood, sobre todo aquellas protagonizadas por la pareja formada por Errol Flynn y Olivia de Havilland, como fueron La carga de la brigada ligera (1936) o Murieron con las botas puestas (1941). En el resto del mundo, el cine bélico tenía un contenido completamente diferente, lo que se pudo comprobar en Alexander Nevsky (1938), de Sergel M. Eisenstein, o en Sierra de Teruel (1939), la visión que ofreció  André Malraux de la guerra civil española.


La segunda guerra mundial marcó el auténtico apogeo del cine bélico Hollywood, que ya comenzó a preparar a su público con El sargento York (1941), se lanzó de lleno sobre el conflicto haciendo una lectura descaradamente partidista del mismo. El heroísmo de los soldados aliados, y fundamentalmente de los norteamericanos, fue la base de producciones como Air Force (1943), Guadalcanal (1943), Treinta segundos sobre Tokio (1944), Eran cinco hermanos (1944) y Objetivo Birmania (1945). Una vez finalizado el conflicto, algunos cineastas prefirieron volver la vista a otras historias, como hizo Vidor adaptando el clásico de Tolstoi, Guerra y paz (1956); otros quisieron hacer punzantes alegatos antimilitaristas, caso de Stanley Kubrick y su película Senderos de gloria (1957). Pero la segunda guerra mundial había dejado una resaca demasiado fuerte, y muchos cineastas volvieron a ella una y otra vez, realizando algunas obras magistrales. Robert Aldrich hizo una serie de aproximaciones al género muy logradas, dejando cintas tan memorables como Attack! (1944)

Doce del patíbulo (1967) y Comando en el mar de China (1970). David Lean consiguió con El puente sobre el río Kwai (1957) una de sus obras más redondas. El alemán Bernhard Wicki consiguió poner los pelos de punta a los espectadores de medio mundo con la terrible historia de los adolescentes nazis que ven obligados a defender El puente (1959). El ruso Grigori Tchoukhari también fue muy aplaudido por la historia antibélica de La balada del soldado (1959). Con Los cañones de Navarone (1961), J. Lee Thompson inauguró un nuevo modelo de cinta ambientada en la segunda guerra mundial; la aventura de comandos más o menos secretos, que luego tuvo su continuación en otras populares producciones como Los héroes de Telemark (1965) o El desafío de las águilas (1968). De igual forma, El día más largo (1962) descubrió un tipo de superproducción caracterizado por su extenso metraje y por la interminable lista  de estrellas que desfilaban por la pantalla, al que luego se apuntaron La batalla de Inglaterra (1969), Un puente lejano (1969) y La batalla de Midway (1976).


A comienzos de 1970 comenzaron a denotarse fuertes cambios en el género, sobre todo por la corriente desmitificadora y crítica que predominó en la producción. En Patton (1970) la excelente cinta de Franklin J. Schaffner, ya se apuntaron algunos detalles que luego aparecieron mucho más claramente confirmados en la impresionante cinta de Dalton Trumbo Johnny cogió su fusil (1971) o en la descarada sátira de Robert Altman MASH (1972). Y es que la si segunda guerra mundial había marcado el apogeo del género, la intervención de Estados Unidos en Vietnam desestabilizó por completo la visión romántica que muchos largometrajes habían dado de las contiendas bélicas. Las primeras películas que abordaron la guerra de Vietnam, tipo El cazador (1978), El regreso (1978) o la espectacular obra de Francis F. Coppola Apocalypse Now (1979), fueron extremadamente duras. 

Y, aunque hubo quien intentó seguir defendiendo un tipo de cine bélico más tradicional y no exento de cierta calidad- como, por ejemplo, en Ha llegado el águila (1976), Patos salvajes (1978) o Uno rojo división de choque (1980)-, la verdad es que el tono general del género dio un cambio total para mostrar la guerra con toda su crudeza. Ejemplos de este cambio los hay en El submarino (1981), Los gritos del silencio (1984), La bestia de la guerra (1988) o Creadores de sombras (1989). No obstante, durante más de una década Vietnam se convirtió en una especie de obsesión para la gran mayoría de realizadores norteamericanos. Dicho conflicto generó cintas tan desiguales como Rambo (1982), Más allá del valor (1983), Desaparecido en combate (1984), La chaqueta metálica (1987), Good Morning Vietnam (1987) y Corazones de hierro (1989)


Oliver Stone personalizó como nadie esta obsesión dedicándole al tema hasta tres largometrajes, Platoon (1986), Nacido el cuatro de julio (1989) y El cielo y la tierra (1993)Superado el “trauma” Vietnam, el cine bélico ha vuelto a ofrecer trabajos de enorme calidad. Bertrand Tavernier se trasladó con gran acierto a la primera guerra mundial para presentar las aventuras del Capitán Conan (1996); Steven Spielberg llevó al espectador al mismo frente de batalla de la segunda guerra mundial en la espléndida Salvar al soldado Ryan (1998), y Terrence Malick aportó su particular visión de la guerra en La delgada línea roja (1998). Otros interesantes trabajos que demuestran que el género está en plena forma son Enemigo a las puertas (2001), Pearl Harbor (2001). Black Hawk derribado (2001), Tras la línea enemiga  (2001) y Jarhead (2005).



CARTELES de las películas mencionadas:
























































Fuente: Larousse
Ilustracción: elgrancapitan.org
Carteles películas: 
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